lunes, 18 de junio de 2007

Sobre las diferencias entre Mensaje y Mensajero

todavía no entiendo qué derecho tenemos los editores de disponer sobre lo que es propiedad de la humanidad, por derecho universal, ya que la sabiduría proviene, en parte, de toda la sociedad, y la inspiración no es completamente propia del individuo que crea. Hay que diferenciar mensaje de mensajero.”

Hay que diferenciar entre mensaje y mensajero, entendiendo al segundo como la persona que presenta el mensaje, y nos atenemos a la definición general de la palabra mensaje.

El mensaje nunca hubiese sido concebido en determinado código idiomático sin la existencia de la sociedad. El mensajero puede o no creer en el mensaje, por lo tanto, el mensaje tiene valor más allá de quién fue su portador, autor, o representante. Un mensaje puede ser la vida de una persona y, por ende, también de un mensajero. Sin embargo, el mensaje de la vida del mensajero puede ser –y casi siempre lo es -diferente del mensaje que el mensajero entregó en vida a través de su habla o de escritos.

De acuerdo con esto, quien logra dar un mensaje verbal que sea igual al mensaje de su vida no es sólo mensajero, sino que además es ejemplo. Pero esto jamás debe producir que se desvirtúe un mensaje por el sólo hecho de que su portador no lo haya puesto en práctica, o no haya creído en él. Para esta afirmación vale recordar el caso del desarrollador de la teoría cuántica, Max Planck, en 1900, quien no creía en ella y, en cambio, sí creía en otra, pero que, sin embargo, ganó el Premio Nobel por la primera teoría, en la que no creía.

Por esta misma razón considero que: no sólo no debemos despreciar, sino que es casi nuestra obligación moral, desarrollar cualquier teoría, por más absurda que nos parezca, siempre y cuando no sea –o lo sea en lo mínimo posible –contradictoria y su razonamiento sea lógicamente válido. Esta última cuestión se podría re-orientar para especificar que –como es probable que el autor no pueda determinar completamente si el razonamiento es o no lógicamente válido, o ni siquiera crea en la lógica, o la ignore –la idea es que el autor se tome el trabajo de analizar la teoría a fin de llegar a un planteo lo más lógico o “coherente” posible, aunque sólo lo sea para consigo mismo.

Quede claro, por último, que el autor siempre tiene derecho a que se le reconozca la autoría de su obra, es decir, a que su nombre aparezca siempre junto con el texto, si bien sea cuestionable su propiedad absoluta sobre la obra, lo mismo que con los editores.

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